jueves, 22 de diciembre de 2011

Pasteis de natas

Cualquiera que haya hablado conmigo más de cinco minutos sabe que soy tan portuguesa como el fado, como Amalia Rodrigues, como Radio Comercial, como Maria (saudades da tua boca)... Adoro el idioma, su gente, sus playas, su comida (salvo por el cilantro), pero eso es otra historia. Si una casa portuguesa no se puede entender sin braços a minha espera (es que me los comía), la mesa no se comprende sin el bacalao, el café sin bolinhos ni la sobremesa sin pastéis de natas. Un dulce que, como su propio nombre no indica, no lleva una gota de nata. Su receta se cree que nace cerca del Monasterio de los Jerónimos (Belem, junto a Lisboa, a veinte minutos en cercanías), la cumbre del estilo manuelino que contiene uno de los claustros más apabullantes que he visto en mi vida. Hoy, hay una pastelería en la que no he entrado jamás porque hay una cola mortal. Yo me los como en la cafetería de enfrente, que digo yo que los comprarán por la mañana temprano antes de que lleguen los turistas. Y son una locura. Encontré la receta en esta web, que recomiendo a todo el mundo. Los videos son bastante claros y, si no entendéis los ingredientes (no creo porque escrito el portugués se parece bastante) ya os lo traduzco yo. Es bastante facilito (claro, que si decís como mi compañero Salva "¿Fácil? ¡¡¡Son dos ollas!!!") pues entonces no lo es.

Precisamos
600 gramos de hojaldre (yo lo compré hecho y me fue mejor con el de marca DIA que con La Cocinera, la verdad)
Medio litro de leche
60 gramos de harina
250 mililitros de agua
Medio kilo de azúcar
7 yemas de huevo (yo añadí una más porque eran pequeños)
Una cáscara de limón
1 palito de canela
Moldes bajitos y redondos del tipo que ella enseña en el video, los míos son rizados, pero vamos, da igual.
Canela o azúcar para espolvorear

¿Y ahora qué?
Apartamos un poco de leche y disolvemos en ella la harina, moviendo con unas varillas para que no nos queden grumos. Mientras, calentamos el resto de leche a fuego suave con la cáscara de limón y el palo de canela. Cuando hierva, añadimos la mezcla de harina y leche y seguimos removiendo con unas varillas hasta que vuelva a hervir. Apartamos.

En otra cazuela ponemos el azúcar con el agua y dejamos hervir durante 3 minutos. Conseguimos lo que me parece que se llama "almíbar a punto de hilo". Mezclamos con la leche, removemos bien y pasamos todo por un colador a otro recipiente donde vamos a dejar que enfríe.

Ahí vamos a añadir las yemas, así que no puede estar caliente para evitar que cuajen. Creo que la manera más sencilla y rápida de separar las yemas de las claras es la siguiente: con las manos bien limpitas, cogemos dos recipiente. Con la mano derecha rompemos los huevos sobre la mano izquierda, que vamos a mover para dejar que la clara se filtre por los dedos y nos quedemos con la yema en la palma. Y ya está.






Cuando juntemos las yemas con nuestra mezcla de harina, almíbar y leche, movemos bien con las varillas y ése va a ser nuestro relleno. Con el hojaldre, hacemos lo siguiente: lo enrollamos bien y lo apretamos con las manos. Ahora cortamos un cachito de como dos dedos y medio y lo colocamos en el centro del molde engrasado con mantequilla. Con los dedos, lo vamos repartiendo por todo el molde, dejando la parte más fina en el suelo y la más gruesa por las paredes. Es preciso que el hojaldre no
esté frío, para que sea maleable.

Los pasteis en el horno, a puntito ya de que los saque. ¿Veis cómo burbujean?

Rellenamos los moldes, sin llegar hasta el borde, y los metemos en el horno a 250 grados hasta que esté dorados. Tardan unos quince o veinte minutos. Intentad desmoldarlos cuando todavía no estén fríos, porque si no, el caramelo se pega a las paredes del molde y eso es muy difícil de despegar.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Caracolas rellenas o bollitos suecos de distintos sabores


A mí me fascinan estos pastelitos. A mí que no soy muy dulcera y siempre los había conocido por caracolas danesas.... Encontré una receta por ahí, soy incapaz de recordar dónde, y aunque se los comieron rápidamente, a mí me resultaban más pan que bollo, así que este sábado de resfriado y frío, me he puesto manos a la obra de nuevo. ¡Y qué obra! Es laarrgooo y cansado, pero vale muuuuuchooooo la pena.... Ahora mismo podría fumarse un cartón de ducados en mi casa y seguiría oliendo estupendamente y de sabor ya ni os cuento. Esto de terminar de comer y zamparse un bollito de estos recién hecho.....mmmmm. La masa, como la primera no me hizo mucha gracia, la he cambiado siguiendo esta receta de Mikel Iturriaga, de su antiguo blog "Ondakin".  Él 
-que es un profesional- dice que se "pega bastante". Yo, que no lo soy, os digo que la masa "se pega consuscastastoas" y no sé si hay otra manera de solucionarlo que ir añadiendo harina, que es lo único que a mí se me ocurrió antes de que la masa me terminara de devorar empezando por los deditos.... Para ser justo, avisa de que fácil, lo que se dice fácil, la receta no es. De lo que no advierte es de que salen bollitos para un bautizo, pero bueno, eso no creo que le moleste a nadie ;-D. Ahora sí, si tenéis un horno chiquitín como el mío, que sepáis que vais a pasaros la mañana horneando pastelitos de nueve en nueve. También me ha sucedido que necesité dejar levar la masa más tiempo del que él indica, pero lo cierto es que mi casa es bastante fría, que igual ha tenido algo que ver. Bueno, pues esa es la receta de la masa. Os la repito aquí:

Hace falta:
600 gramos de harina
50 gramos de levadura fresca (eso son dos paquetitos de los de Mercadona)
Medio litro de leche entera
200 gramos de azúcar 
250 gramos de mantequilla (yo necesité un poco más)
200 gramos de azúcar 
1 huevo batido para pintar
1 cucharada de azúcar glas

Preparación
Este es el jarrito tamizador
Se derriten 175 gramos de mantequilla, a fuego bajo, se les añade la leche y se retira del fuego. Con un poco de leche mezclada con mantequilla se disuelve la levadura en un bol (la levadura desmenuzada) y cuando esté bien disuelta se añade toda la leche. Después se agrega el azúcar y los 600 gramos de harina. Yo la he añadido poco a poco, ayudándome de este jarrito que te sirve para tamizarla. Una vez bien mezclado todo, se deja reposar bien tapado hasta que la masa doble su tamaño. Yo he necesitado más de la hora que dice Mikel, lo he dejado horita y media. También se derrite, aparte, el resto de la mantequilla para untar la masa después. Calentarla y ya, no la dejéis hirviendo u os pasará como a mí, que en vez de mantequillla obtenéis lo que está a punto de ser un bonito preparado de ghi. 

Ahora viene lo complicado: sobre una superficie enharinada, se amasa durante unos minutos. Se pega, repito, consuscastastoas y al final, he necesitado añadir más harina. No me he atrevido mucho para que no se me endureciera en exceso la masa, pero algo le he tenido que echar. Y ahora, de nuevo sobre una superficie enharinada (también ponedle harina al rodillo, que el mío es de silicona y aún así se  PEGABA) coged un pedazo de la masa y dejadla finita con el rodillo. Ponedle mantequilla derretida por toda la superficie, ayudándoos de un pincel. La receta de Mikel la he seguido hasta aquí (claro, le he metido variaciones, sino hubiera colgado el enlace y punto). Para hacer los bollitos de distintos sabores he usado:

1.Azúcar y canela
2.Sólo azúcar
3.Ralladuras de chocolate
4.Pasas empapadas con ron
5.Un resto de mermelada de arándanos (de Ikea, para que sea un poco más sueco todo). Además, me he acordado de esta otra receta de Jamie Oliver de bollitos suecos. Él no usaba mermelada de arándanos, sino arándanos tal cual y decía que el resultado parecía un poco un accidente de coche, pero que mejoraría... Me ha hecho mucha gracia porque sí, si se te desmonta un rollito es un poco desagradable la pinta, pero al horno se arregla todo. 
6.Mermelada de zanahoria
Mermelada de zanahoria sobre la masa
Es la primera vez que me sucede que unas verduras me hablen, pero hoy me ha pasado. Estaba haciendo un cocido a la vez que los bollitos y me habían sobrado dos zanahorias. Las he mirado, me han mirado.... y me han dicho que querían ser mermelada....  Y yo, que soy muy complaciente, las he pesado, las he rallado y las he puesto al fuego con su peso en azúcar, la ralladura de una naranja, su zumo, un chorrito de agua y muy, muy despacito..... las he dejado hasta que se ha espesado todo y lo he podido pasar por la minipimer. 

Bien... habíamos dejado la masa extendida y finita, untada de mantequilla derretida. Ahora (como veréis mis cambios tampoco han sido para romperse la cabeza, la verdad), a cada pedacito de masa que extendía, le añadía un sabor (de uno en uno, ¡no todo mezclado!. Las ralladuras de chocolate, el azúcar y la canela, la mermelada.....) Y empezamos a enrollar, de poquito en poquito. Cada doblez de la masa, la que va a aparecer con harina, también se unta con mantequilla derretida. Esto ¿por qué lo he hecho? Porque creo que el objetivo de la mantequilla aquí es el mismo que en el hojaldre. Separar las hojas de masa que vamos haciendo para que no se peguen durante la cocción y que las separen con el calor creando ese efecto de "milhoja". 

No se aprecia la diferencia de color, pero el de la derecha es de
zanahoria y el de la izquierda de mermelada de arándanos
Una vez que tengamos nuestro rollito hecho, lo cortamos en pedacitos de unos 2-3 dedos (mis dedos son pequeños y finitos) y lo volvemos a dejar reposar durante una media hora (de nuevo, yo he necesitado más tiempo para que volviera a levar).

Lo colocamos en una bandeja de horno y los ponemos en el horno precalentado a 225 grados. Yo lo he tenido que bajar hasta los 200 porque se me quemaban los pasteles. Dependiendo del tamaño (mi rulo no era perfecto) unos tardarán más o menos, lo mejor es que coloquéis en la misma hornada los de tamaño similar. Para que se os doren, se pintan con un poco de huevo batido con el azúcar glas. En 15 minutos, tendréis una bandeja hecha.